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La
Antigua (ISSN 1010-8483; e- ISSN L 2710-7612
N°
84, Julio- Diciembre 2020
pp.
34 - 43
<= o:p>
Mgtr.
Gustavo Saturno Troccoli, docente de la USMA
Resumen
Al
cumplirse los primeros cien años de la Organización Internacional del Traba=
jo
(OIT), fue adoptada la Declaración sobre el Futuro del Trabajo, en la 108
reunión del organismo, celebrada en Ginebra, Suiza, en 2019. En este artícu=
lo
se presenta un repaso de las condiciones y cambios en las condiciones del
trabajo en los últimos cien años. Además de describir estas condiciones, el
autor hace énfasis en el presente, con el trabajo enfrentado a un reto mayo=
r:
la pandemia del coronavirus y las dramáticas transformaciones que se produc=
en
en el campo del trabajo en todo el mundo.
Palabras
clave: trabajo, OIT, centenario, historia, futuro, cambios, coronavirus,
pandemia
Abstract:
At the end of the first hundred years of the International Labor
Organization (ILO), the Declaration on the Future of Work was adopted at the
108th meeting of the organization, held in Geneva, Switzerland, in 2019. Th=
is
article presents a review of conditions and changes in working conditions in
the last hundred years. In addition to describing these conditions, the aut=
hor
emphasizes the present, with the work facing a greater challenge: the
coronavirus pandemic and the dramatic transformations that occur in the fie=
ld
of work around the world.
Keywords: work, ILO, centenary, history, future, changes,
coronavirus, pandemic
La
Declaración del Centenario para el futuro del trabajo de la OIT
En la
centésima octava reunión de la Organización Internacional del Trabajo,
celebrada en Ginebra en el año 2019, se adoptó la histórica Declaración del
Centenario sobre el Futuro del Trabajo, con motivo de la celebración de sus
primeros 100 años.
=
Con
ella, pareciera haberse zanjado una discusión que se había extendido entre =
los
laboralistas de la Región, sobre si los cambios que están experimentando las
relaciones laborales de este tiempo –y los que experimentarán las del futur=
o–
son iguales o parecidos a los que se vieron en las dos primeras revoluciones
industriales.
=
Evidentemente
que no lo son, ni sus efectos se parecen a los que se desataron en el pasad=
o,
como no se le parecerán los que se producirán en el futuro.
=
Los
cambios de ahora, dice la Declaración, están transformando “radicalmente” el
mundo del trabajo. Y no es frecuente, ni mucho menos común, que la OIT util=
ice
una palabra tan tajante para describir un problema, sobre todo si se consid=
era
que es una Organización que tiene más de un siglo de experiencia en el uso =
del
más exquisito lenguaje diplomático.
=
La
palabra “radical” sugiere que las transformaciones serán “de raíz”, de modo
absoluto y con una afectación total de la estructura del trabajo.
=
Además,
con tan categórico término, la OIT insinúa también que los cambios serán
disruptivos, es decir, que producirán una interrupción súbita y cambios a u=
na
velocidad inusitada, incluso más rápido de los que muchos se imaginan. Por =
eso,
advierte –con evidente tono de preocupación– que “es imprescindible actuar
urgentemente” (OIT, 2019).
=
Y lo
dice una Organización Internacional que ha sido testigo de excepción de muc=
has
de las transformaciones que ha experimentado el trabajo a lo largo de su
historia.
=
Según
la Declaración, son cuatro los fenómenos que estarían impulsando estas
transformaciones: i) las innovaciones tecnológicas; ii) los cambios
demográficos; iii) el cambio medioambiental y climático; y, iv) la
globalización.
I
El trabajo de
ayer, de hoy y del mañana
=
Aunque,
como bien lo afirma Caldera (1960), “la importancia del trabajo como factor=
de
producción es un hecho tan antiguo como el mundo” (p. 90), no fue sino hast=
a la
Revolución Industrial, ocurrida en Inglaterra a finales del siglo XVIII y p=
rincipios
del XIX, que apareció el trabajo asalariado y subordinado que hoy conocemos=
.
=
El
Profesor Álvarez de la Rosa (2011) lo sintetiza en una frase: “el tipo de
trabajo que hoy predomina nació (se consolidó) en el siglo XIX” (p.1).
=
Aquellos fueron tiempos de grandes
transformaciones, en los que la máquina de vapor impulsó la producción en s=
erie
y les abrió las puertas a los primeros telares mecánicos, a las industrias,=
a
la automatización y a los trenes y barcos a vapor. Y donde la naciente clase
obrera se vio forzada a adaptarse a los novedosos artefactos y sistemas.
=
También fueron épocas de grandes conflict=
os y
desafíos que se generaron a partir de las paupérrimas condiciones laborales=
, de
los innumerables accidentes profesionales y, en general, de los abusos que =
se
cometieron en contra de los trabajadores.
=
Bajos salarios, largas jornadas, niños y
mujeres embarazadas trabajando y una pobreza generalizada, fueron algunas de
las características que marcaron el inicio de la Era Industrial, y también =
las
responsables del desencadenamiento de los “tiempos difíciles”, magistralmente descritos por Dickens en =
su
novela de 1854.
=
Por
eso, la Revolución Industrial impulsó también la creación del derecho del trabajo, cuya aparición se hizo necesa=
ria
para encausar aquella conflicti=
vidad
social –prenormativa– hacia una solución pacífi=
ca y
ordenada (Palomeque y Álvarez, 1998).
=
En lo adelante, el trabajo continuó
transformándose en la medida que lo hizo también la tecnología. Y, a la lar=
ga,
los resultados fueron positivos, porque la industrialización trajo, en gene=
ral,
prosperidad, empleos, capacitación y crecimiento.
=
En efecto, las innovaciones técnicas que
introdujeron nuevas fuentes de energía –como el petróleo y la electricidad–=
a
finales del siglo XIX, impulsaron una Segunda Revolución Industrial, esta v=
ez
en los EEUU.
=
Con ella llegarían los automóviles, los
aviones, la telefonía fija, la radio, la televisión y tantos otros nuevos
artefactos que siguieron cambiando la manera de trabajar.
=
Por eso, el profesor Enrique Marín Quijada,
funcionario jubilado al servicio de la OIT, nos enseñaba en sus clases de
derecho laboral de la Universidad Católica Andrés Bello, a principios de los
noventa, que el derecho del trabajo, a diferencia del milenario derecho civ=
il,
es una disciplina moderna y dinámica que se mantiene en constante y permane=
nte
transformación, “cuando no –en– metamorfosis”, le agregaría atinadamente el
profesor español Manuel Álvarez de la Rosa (2011, p. 1).
=
Porque así como el trabajo ha evolucionado
indeteniblemente a lo largo de su historia, también lo han tenido que hacer=
las
normas jurídicas que lo regulan.
=
En definitiva, las transformaciones del trabajo por la evolución de =
las
tecnologías, ciertamente, no es un asunto nuevo. Por eso, algunos laboralis=
tas
se muestran todavía escépticos frente a los cambios que se están produciend=
o en
el mundo de hoy y los que se avecinan en el futuro.
=
Insinúan que se trata de una “falsa alarm=
a” y
creen que nos encontramos en una encrucijada más de la Edad Contemporánea,
donde nuevas tecnologías seguirán transformando el trabajo del mismo modo a
como lo hicieron las anteriores.
=
Además, se muestran confiados respecto a =
que
el derecho laboral, ahora con más experiencia y trayectoria, se volverá a
adecuar a los tiempos modernos y logrará atenuar los conflictos que podrían
desatarse en el futuro.
=
Pero ¿qué está pasando en la actualidad? ¿=
Es
cierto que estamos frente a una transformación más del trabajo o las nuevas
tecnologías nos están conduciendo –como piensan algunos– hacia una dimensión
desconocida, con cambios más profundos que podrían –incluso– hacer desapare=
cer
el trabajo que hoy conocemos?
=
Todavía a principios del siglo XXI, la
preocupación por este tema parecía moderada, aun cuando ya había claros
indicios que nos anunciaban cambios trascendentales en el mundo del trabajo,
producidos –esta vez– por las tecnologías de la información y comunicación
(TIC), a través de herramientas como el Internet, los teléfonos móviles, la
mensajería instantánea y las redes sociales.
=
Se comenzó a hablar, así, de una “Tercera
Revolución industrial”, aunque muy poco de industrial ha tenido, pues si al=
go
ha caracterizado a este tiempo, ha sido, precisamente, la caída que ha
experimentado –al menos, en Occidente– el sector industrial frente al de los
servicios.
=
En todo caso, el término se le atribuye a
Jeremy Rifkin, el mismo que escribió el ensayo sobre economía y trabajo
titulado: el fin del trabajo, en
1995.
=
Sin embargo, lo cierto es que, esta vez, l=
as
tecnologías se han vuelto más potentes y las transformaciones amenazan con =
ser
más profundas, veloces y estructurales, a las ocurridas en las dos primeras
revoluciones industriales.
=
En
efecto, basta con hacer una simple comparación entre algunas tecnologías
pasadas, como la telefonía fija, por ejemplo, con tecnologías modernas como=
el
Internet.
=
Cada
uno de esos avances produjo, en su momento, cambios estructurales en las
comunicaciones y en la forma de prestar el trabajo. Sin embargo, mientras q=
ue
la telefonía fija se tardó 34 años en llegar al 25% de los pobladores de los
Estados Unidos de América, a Internet le bastaron solo 7 años para alcanzar=
la
misma meta; y Facebook lo logró en tan solo 4 (Oppenheimer, 2018).
=
Este es un dato particularmente importante
para el derecho laboral moderno, porque las reformas legislativas en materia
del trabajo suelen llegar con una exasperante lentitud. Y ahora no disponem=
os
de tanto tiempo.
=
III
Turbulencia e
inestabilidad en los mercados laborales
En
la actualidad, las nuevas tecnologías han sometido a los mercados laborales=
a
una dinámica de destrucción y creación de nuevos puestos de trabajo, que ha=
generado
un cierto grado de inestabilidad y preocupación entre la gente.
No
obstante, el problema no es nuevo. Desde los tiempos de la Revolución
Industrial los Hombres se han preocupado de quedar desplazados por las
tecnologías, aunque eso nunca haya llegado a suceder realmente.
Los
artesanos luditas, por ejemplo,
destrozaron las máquinas de hilar y los telares industriales en el siglo XI=
X,
precisamente, porque temían perder sus trabajos, aunque otras interpretacio=
nes
apuntan a que la verdadera intención detrás del ludismo era el justo reclamo de mejores condiciones de empleo
(Grodira, 2017).
También
el insuperable Charlie Chaplin vio su trabajo amenazado en el siglo XX, cua=
ndo
el sonido sincronizado llegó al cine. De allí que su famosa película “tiemp=
os
modernos” de 1936, la última del cine mudo de la historia, además de result=
ar
una protesta en contra de las condiciones laborales de la Segunda Revolución
Industrial, fue también una clara oposición a las nuevas tecnologías (Muñoz,
2018).
No
obstante, aunque las innovaciones tecnológicas, ciertamente, han acabado con
muchos puestos de trabajo a lo largo de la historia, han abierto también nu=
evas
e innumerables oportunidades de empleo y crecimiento para las personas.
En
efecto, como se demuestra en un riguroso estudio del profesor de Economía d=
e la
Universidad de Utrecht,
Maarten Goos (2013), el crecimiento de la industria manufacturera en las
primeras dos revoluciones industriales, permitió a “muchos trabajadores
agrícolas no calificados la oportunidad de incorporarse como obreros
semicalificados” (p. 51).
Eso
posibilitó la elevación de los niveles del empleo, el crecimiento económico=
, la
mejora sistemática de las competencias de los trabajadores, su educación ma=
siva
y el aumento de los salarios.
Fue así como las dos primeras revoluciones industriales –a la
larga– trajeron prosperidad para la gente. También impulsaron el empleo y el
crecimiento de muchos países, porque al disminuir los costos de producción =
se
elevó la demanda de los productos y servicios y, con ello, la industria y el
trabajo.
Pero ¿qué está pasando en esta Era disruptiva? ¿Cuál será el
comportamiento de los mercados laborales del futuro?
El propio título de la Declaración de la OIT sobre “el futuro =
del
trabajo”, pareciera sugerir cierta incertidumbre respecto a la respuesta de=
esa
pregunta, porque al hablarse del “futuro de algo” es porque no se está
completamente seguro sobre si esa cosa estará allí con el devenir del tiemp=
o.
Por eso, el Maestro panameño Rolando Murgas Torrazza (2019)
prefiere invertir las palabras y en vez de hablar del “futuro del trabajo” =
opta
por denominar el fenómeno como el “trabajo del futuro”, para darle así mayor
certeza al asunto y dejar claro que si bien estamos frente a cambios drásti=
cos
en el mundo laboral, el trabajo jamás dejará de existir.
Sin embargo, hay estudios que no dejan de ser inquietantes en =
ese
sentido, en los que se anuncia la destrucción masiva de millones de puestos=
de
trabajo, como consecuencia de las innovaciones tecnológicas.
Una investigación de consulta obligada, en esa dirección, es la
que hicieron los profesores Carl Frey y Michel Osborne de la Universidad de
Oxford, que en el año 2013 le dijeron al mundo que el 47% de las 702
ocupaciones que existen en los EEUU estarían en riesgo de desaparecer en los
próximos años (Frey y Osborne, 2013).
Sin embargo, los propios autores del estudio después reconocie=
ron
que su investigación no suponía “ni siquiera una estimación del número =
de
puestos de trabajo que terminarán siendo automatizados”, y que el análisis
había sido sacado de contexto en varias ocasiones (Xataca.com, 2019).
De hecho, ambos profesores no
descartan que las tecnologías del futuro puedan crear suficientes puestos de
trabajos para compensar los que se pierdan, aunque siguen insistiendo en que
muchos trabajos y oficios sí desaparecerán, así como pronostican una
disminución de los salarios y mayores desigualdades en el futuro.
En esa misma dirección, en 2017, el presidente del Banco Mundi=
al, Jim Yong Kim, advirtió que en las economías emer=
gentes
se perderán dos tercios de los empleos actuales. Y ha enfatizado que los
empleos que desaparezcan no regresarán nunca más (Aristegui Noticias, 2017)=
.
No obstante,=
ese
mismo Organismo ha reconocido, también, que la idea sobre un reemplazo abso=
luto
de los trabajadores por las nuevas tecnologías es exagerada y que los datos
sobre el empleo industrial en el mundo no reflejan tal cosa (Banco Mundial, 2019).
Entonces, no pareciera haber motivos fundados para pensar que =
los
robots nos dejarán sin trabajo, pero en lo que sí parece haber cierto conse=
nso
entre los economistas y entendidos, es que muchos de los trabajos y las
profesiones actuales desaparecerán irremediablemente en el futuro.
Al principio, se pensó que los oficios más vulnerables serían =
los
de baja calificación. Pero la inteligencia artificial ya ha demostrado que
podría destruir también trabajos de alta calificación, a través de robots q=
ue
serían capaces, por ejemplo, de diagnosticar enfermedades, analizar contrat=
os,
redactar noticias o pilotear aviones.
En consecuencia, aún si lográsemos mantene=
r la
balanza a favor del empleo en los próximos años, deberemos igualmente enfre=
ntar
problemas tan serios como la capacitación masiva de las personas.
Por
eso, la Declaración de la OIT ha puesto un especial énfasis en “promover la
adquisición de competencias, habilidades y calificaciones para todos los
trabajadores a lo largo de la vida laboral”. Y reconoce, en ese sentido, que
existe un “déficits de competencias existentes” y que hay que “prestar espe=
cial
atención a asegurar que los sistemas educativos y de formación respondan a =
las
necesidades del mercado de trabajo” (OIT, 2019).
En efecto, se dice que para el año 2015, en
Europa, por ejemplo, había un déficit de 900.000 puestos de trabajo vacantes
–solo– en el sector de las tics=
, a
pesar de que la tasa de desempleo se sigue incrementando en ese Continente =
(El
Mundo, 2015).
Debe admitirse, entonces, que los sistemas
educativos actuales no están alineados con el futuro del trabajo y que nos
enfrentamos a un gran desafío en ese sentido. En efecto, hace algunos años,
Lasso Bock, entonces Vicepresidente de Recursos Humanos de Google, reconoció
–como lo han hecho también figuras tan importantes como Steve Jobs, Bill Ga=
tes
o Mark Zuckerberg– que el expediente académico es inútil como criterio
de contratación para trabajar en empresas como Google, Apple, Microsof=
t o
Facebook (Quintana, 2016).
En definitiva, estamos frente a nuevos y
grandes desafíos, y aunque es difícil saber lo que nos deparará el futuro,
acierta la OIT cuando dice que “es imprescindible actuar urgentemente
para aprovechar las oportunidades y afrontar los retos” (OIT, 2019).
IV
Metamorfosis
empresarial
Ninguna
novedad existe ya en afirmar que las nuevas tecnologías están transformando
radicalmente las estructuras de las organizaciones empresariales.
=
En el
modelo fordista, adoptado a par=
tir de
la Segunda Revolución Industrial, la empresa se concibió “como una
colectividad, que reúne alrededor de una misma actividad económica y bajo la
dirección de un mismo empresario a trabajadores de diferentes oficios” (Sup=
iot
y otros, 1999).
=
No obstante, el modelo comenzó a agotarse después de la crisis=
del
petróleo de 1973 y de la aparición de la informática en el mundo del trabaj=
o. Y
en los últimos años ese agotamiento se ha pronunciando considerablemente, c=
omo
consecuencia de las nuevas tecnologías.
=
En
efecto, el modelo empresarial de hoy se inclina más por organizaciones
pequeñas, flexibles y con menos trabajadores, que ahora se organizan
horizontalmente a través de redes de
acciones coordinadas.
=
A título de ejemplo, mientras que la empresa de
alquiler de películas Blockbuster (hoy desaparecida), empleaba a 60.000
trabajadores en el año 2013, Netflix necesita solo 3.500 empleados para ate=
nder
a más de 87 millones de suscriptores en todo el planeta (Oppenheimer,
2018).
=
Además, las empresas están migran=
do del
mundo físico al digital y automatizando la mayoría de sus procesos productivos con
tecnología de punta.
=
Estas
organizaciones distan mucho de las tradicionales empresas fordistas, constituidas por las típicas industrias de altas
chimeneas que albergaban a una gran masa de trabajadores asalariados y
desarrollaban un proceso productivo estandarizado, casi siempre manual y
repetitivo.
=
Además,
a las empresas de hoy les toca moverse en un hábitat muy diferente y más
complejo que el de las empresas for=
distas,
en economías que se han tercerizado=
y
tercerizado, y en el que las
fronteras entre las organizaciones empresariales se han ido borrando
paulatinamente producto de la Globalización de la economía.
=
En
definitiva, la típica empresa fordi=
sta
comienza a convertirse, al menos en Occidente, en una especie en peligro de
extinción.
IV
Justo cuando=
nos
preocupábamos del futuro
del trabajo, nos alcanzó un coronavirus<= o:p>
=
El
coronavirus Sars-CoV-2 ha colocado al mundo en una situación muy complicada=
y
sin precedentes en el pasado reciente. Los mercados laborales de todo el mu=
ndo
han sido impactados de una manera brutal por las cuarentenas obligatorias y=
se
han desplomado aparatosamente.
=
En
efecto, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo, el 8=
1%
de la fuerza laboral mundial vive en países en los que se han ordenado cier=
re
por cuarentenas, es decir, 4 de cada 5 trabajadores en el mundo fueron
sometidos a confinamientos indefinidos (Orgaz, 2020).
=
Eso
generó, desde luego, una paralización global de los sistemas productivos de
todo el mundo y ha creado una situación que amenaza con convertirse en una =
de
las crisis económicas y laborales más fuertes de nuestra historia.
=
En ese
sentido, en un informe publicado por la OIT el 7 de abril se señaló que par=
a el
segundo trimestre del año 2020, el número de horas laborales perdidas
equivalían a 195 millones de trabajos a tiempo completo: un número similar =
a la
cifra de personas que, antes del coronavirus, ya estaban desempleadas en to=
do
el mundo (Orgaz, 2020).
=
Sin
embargo, eso no quiere decir que esta situación se vaya a mantener en el
futuro, porque muchos contratos de trabajo se volverán a reactivar después =
de
las cuarentenas, pero si refleja cuán grande ha sido el impacto del coronav=
irus
sobre la fuerza laboral mundial.
=
Se
piensa, así, que estamos frente a la mayor crisis laboral desde la Segunda
Guerra Mundial, cuyo impacto podría destruir más de 25 millones de puestos =
de
trabajo este año.
=
Esta
situación, indudablemente, pondrá mucha más presión sobre la inestabilidad =
en
la que ya andaban los mercados laborales, como consecuencia de las innovaci=
ones
tecnológicas.
=
Sin
embargo, el coronavirus también ha precipitado muchos de los cambios que ya=
se
estaban esperando por los efectos del futuro del trabajo.
=
Así,
entre las transformaciones positivas por el coronavirus, ha estado,
indudablemente, la expansión del teletrabajo, que de una figura atípica de =
prestación
de servicios, se convirtió, abruptamente, en la modalidad normal mediante la
cual millones de trabajadores pudieron seguir llevándoles el sustento a sus
familias.
=
Por
eso, parece predecible que, en el corto plazo, el teletrabajo siga expandié=
ndose
y, por ende, se sigan promulgando más leyes sobre el trabajo a distancia, c=
omo
ya lo habían realizado, recientemente, Costa Rica, Panamá o Chile.
=
El
coronavirus nos podrá frente a nuevos desafíos, además de los que ya
esperábamos por las innovaciones tecnológicas, pero también abrirá nuevas
oportunidades y seguirá produciendo más cambios radicales en el mundo del
trabajo, que no debemos desaprovechar…
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