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La
Antigua (ISSN 1010-8483; e- ISSN L 2710-7612
N°
84, Julio- Diciembre 2020
pp.
78 - 79
Gabriela Gutiérrez Moschos,
estudiante de Psicología de la USMA
Resumen:
La constante posibilidad de acceder a las manifestaci=
ones
artísticas de gran calidad ha cambiado la forma en la que apreciamos el art=
e:
ya no necesitamos “ir” a un lugar para contemplar una obra de arte; la
tecnología nos coloca delante de esa obra con solo un clic. El tiempo de
confinamiento por la pandemia, particularmente, abre las puertas a una nueva
concepción del arte.
Palabras clave: arte, visitas virtuales, apreciación =
del
arte, tecnología, cuarentena, pandemia
Abstract:
The constant possibility of accessing high-quality
artistic manifestations has changed the way in which we appreciate art: we =
no
longer need to “go” to a place to see a work of art; technology puts us in
front of that work, doing one click only. The time of confinement due to the
pandemic, in particular, opens the doors to a new conception of art.
Keywords: art, virtual tours, art appreciation,
technology, quarantine, pandemic
Alrededor del mundo, los teatros están vacíos: no hay
actores sobre los escenarios, no hay público a quién provocar una risa o un
llanto, no hay arreglos de último minuto que hacer en los camerinos. Las
puertas están cerradas, las butacas vacías y las fechas de las funciones han
sido ‘reprogramadas’ para… para algún día.
El ambiente no es muy diferente en los museos: las pinturas descansa=
n de
los dañinos flashes de las cámaras (seamos honestos, todos hemos tomado fot=
os a
escondidas en las exhibiciones) y las esculturas siguen erguidas, portando =
una
belleza que nadie puede ver. A pesar de que muchos museos (como el Louvre en
París y el Museo de Arte Metropolitano en Nueva York) han creado tours
virtuales de sus exhibiciones, y a pesar de que las intenciones de comparti=
r el
arte y hacerlo más accesible sean buenas, la realidad es que la experiencia=
virtual
no se compara con la ‘real’.
Pero, por má=
s o
menos comparable que sea la experiencia, tenemos algo que jamás se hubiera
pensado tener a la escala a la que se ha expandido. De un día para otro, sin
importar en qué parte del mundo estemos, tenemos acceso al arte a un clic de
distancia. ¿Queremos ver una obra de teatro o una pieza de danza? Seguramen=
te
está grabada en YouTube. ¿Queremos oír un musical? El =
soundtrack
está en Spotify. ¿Queremos contemplar una obra de arte? Hay tours virtuales=
en
Google. Esta nueva accesibilidad al arte de alta calidad está cambiando la
forma en la que apreciamos el arte: ya no necesitamos un boleto de avión ni
estadía en un hotel para encontrarnos con algunas de las obras más
significativas creadas por la humanidad. Cuando accedemos a un sitio web y
vemos estas magníficas obras delante de nuestros ojos de pronto pensamos, ¿=
esto
es lo que me estaba perdiendo? ¡No puedo creer que iba a gastar cierta cant=
idad
de dinero por algo que ahora tengo frente a mí! Pero más allá del aspecto
económico, el valor que le damos al arte está cambiando a medida que más y =
más
personas desarrollan su propia creatividad.
El ‘encierro=
’,
como muchos le llaman, ha sacado, en más de una ocasión, lo peor de nosotro=
s.
Después de un tiempo sin poder salir físicamente, las emociones, como la
tristeza, el miedo y el enojo, también se encierran y se reprimen dentro de
nuestro ser, para luego salir en pequeñas explosiones que se manifiestan a
través de cambios drásticos en los ciclos de sueño, hábitos alimenticios y =
en
las maneras de interrelacionarnos con nuestros seres cercanos. Por lo tanto,
para poder autorregularnos y mantener nuestra salud mental en su punto ópti=
mo,
muchas personas hemos recurrido a la expresión artística como medio para
canalizar nuestras emociones de una forma moderada, sana y productiva.
Y, ¿no es esa pinturita, hecha ‘a m=
edio
palo’ con pinturas de hace diez años y pinceles de cuando estábamos en la
escuela primaria, más valiosa para nosotros que la Mona Lisa de Da Vinci? ¿=
Nos
conectamos más con una canción interpretada en un tono perfecto por una
estrella del teatro musical, o con la frase de nuestra canción favorita que
cantamos a todo galillo porque tuvimos ‘un día feliz’? Si bien el talento y
esfuerzo excepcionales que miles de cantantes, actores, bailarines, músicos,
pintores y escultores alrededor del mundo se empeñan por perfeccionar es
invaluable, nos estamos dando cuenta de que el arte no pertenece solo a los
escenarios, a los museos y a los ‘elegidos’, sino que también nos pertenece=
a
cada uno de nosotros.
Espero que e=
ste
tiempo de cuarentena nos siga sensibilizando cada vez más y que las persona=
s aprendan
a darse el permiso de poner en un lienzo, en un instrumento, en un movimien=
to
corporal, en un verso o en una melodía lo que tienen dentro. Que aprendamos=
que
el arte, como la imaginación, no tiene fronteras. Que no es un sacrilegio
dibujar en un rollo de papel higiénico, ni es una aberración usar el borde =
de
una silla como barra de ballet y que no está prohibido inventarse una canci=
ón,
aunque esta no cumpla con los ‘estándares’ de una ópera. Espero que aprenda=
mos,
además, que el arte no es solamente para los superdotados ni para exhibirse=
en
un teatro o museo, sino que, como dijo Vincent Van Gogh, “el arte es para
consolar a los que están quebrantados por la vida”.