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Estados Unidos y China: relaciones históricas, rivalidades contempor= áneas.

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Carlos Gueva= ra Mann, Ph.D.1*= <= /sup>

1 Profesor y director de la maestría en relaciones internacionales, Florida State University - Pan= amá<= /span>

 

*Autor para correspondencia. E-mail: cguevara@fsu.edu

 

Recibido: 27 de noviembre de 2019 

= Aceptado: 11 de diciembre de 2019

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Ponencia presentada en el ciclo de conferencias sobre historia de Estados Unidos; Salón de Profesores “Manuel Octavio Sisnett; Facultad de Humanidades, Universidad= de Panamá; = viernes, 18 de octubre de 2019.

 

El “viejo comercio chino” (1784-1844)

 

Doscientos treinta y cinco años atrás—el 22 de febrero de 1784—el barco Empress of China (“Emperatriz de la China”) zarpó desde Nueva York hacia el este, = con destino a Cantón, adonde llegó seis meses más tarde, el 28 de agosto.  La llegada del navío neoyorquino a Chin= a marca el inicio de la relación de Estados Unidos—Estado recién nacido a la vida independiente, cuya juventud y débil argamasa constitucional ponía su viabilidad en entredicho entre los integrantes de un sistema internacional eurocéntrico—y el milenario imperio chino, el Estado independiente más anti= guo del mundo, el cual, por cierto, no formaba parte de aquel sistema.

 

A través del comercio chino, Estados Unidos aspiraba a adquirir participación= en una actividad económica lucrativa, dominada por los británicos, en que esta= ban involucradas las potencias europeas.  Pero, como= el tráfico marítimo internacional era un ámbito de prestigio en que participaban los Estados más prominentes, a través del comercio con China los estadounidenses buscaban, además, obtener el reconocimiento y la legitimidad de que hasta el momento carecían.  Para Estados Uni= dos, el comercio chino era cuestión de estatus.

 

La dirigencia estadounidense, inmersa en la cosmovisión occidental del derecho= de gentes y sus protocolos que enmarcan las relaciones entre Estados, muy tempranamente intentó aplicar dichos parámetros a su relación con el celeste imperio.  A bordo de Empress of = China viajaba Samuel Shaw, quien había recibido del gobierno estadounidense el nombramiento de cónsul en Cantón. El gobierno chino, sin embargo, no recono= ció su nombramiento.  Las decisiones de= la corte en Pekín no se ajustaban a los códigos de conducta elaborados por Puf= endorf, Grocio, Burlamaqui y Vattel para enmarcar las actuaciones de las potencias europeas a las que Estados Unidos aspiraba a emular. Aun así, Shaw, ex revo= lucionario bostoniano, permaneció varios años en China, promoviendo el comercio entre = su país y el gigante asiático.

 

En las décadas siguientes, el “viejo comercio chino” (the old China trade, en inglés) prosperaría significativamente, a la par del tráfico ballenero, también de gran relevancia.  Entre = ambos, generarían las primeras fortunas millonarias del nuevo Estado, acumuladas p= or familias de navieros y comerciantes de los puertos del litoral atlántico estadounidense: Salem, Boston, Nueva York, Filadelfia o Baltimore. Estas fortunas, obtenidas sobre la base de la apetencia estadounidense por artícu= los de lujo—sedas, lacas, algodones, té, ruibarbo, porcelanas, especias y muebl= es exóticos—financiarían el impresionante desarrollo manufacturero de Estados Unidos a partir de mediados del siglo XIX.

 

Si los estadounidenses codiciaban las mercaderías del celeste imperio, cuya posesión era indicio de alta posición social, según los criterios de las ca= pas superiores europeas y norteamericanas, a los chinos poco les interesaban los productos que inicialmente podían ofrecerles los navegantes del nuevo Estad= o. Lo único que llamaba la atención en China era el ginseng estadounidense, por lo que los comerciantes de Estados Unidos debían llevar grandes cantidades de = oro y plata para pagar sus compras en Cantón, único puerto autorizado por la co= rte de Pekín para comerciar con el extranjero.[1]

 

Más adelante, los barcos estadounidenses ampliarían sus circuitos en busca de géneros interesantes para los chinos: pieles de animales, de la costa pacíf= ica de Norteamérica; sándalo de Fiji, las Marquesas y Hawai’i; focas, nidos de pájaros, nueces de betel y pepinos= de mar, del Pacífico; y—significativamente—opio, obtenido en territorios del imperio otomano.

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La ép= oca del “viejo comercio chino”—el primer período en las relaciones entre Estados Unidos y China—se prolonga a lo largo de sesenta años.  Aunque China reconocía la existencia de Estados Unidos, este reconocimiento no era de tipo diplomático ni abarcaba = el intercambio de enviados.  Aun así, la relación puramente comercial produjo enormes beneficios a Estados Unidos.=

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El co= mercio con China, destaca la profesora Shoemaker, marcó el surgimiento de Estados Unidos como Estado soberano. Según los cómputos de Rhys Richards, citados p= or Shoemaker, 1,352 barcos estadounidenses comerciaron en Cantón entre 1784 y = 1833: un promedio veintisiete barcos por año.[2]

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La= era de la extraterritorialidad (1844-1949)

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Ciento setenta y cinco años atrás—el 3 de julio de 1844—Estados Unidos y China suscribieron el Tratado de Wangxia, que dio inicio a las relaciones diplomáticas formales entre ambos países.  Este tratado fue una de las consecuenci= as de la derrota china en la primera guerra del opio, librada entre el gobierno de Pekín y el Reino Unido entre 1839 y 1842. Las restricciones mercantiles impuestas por China, que circunscribían el comercio extranjero al puerto de Cantón, fueron la causa más amplia del conflicto, atizado por los reclamos = de comerciantes foráneos, ávidos de incrementar sus oportunidades mercantiles.=

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La prohibición imperial a la importación de opio, sustancia psicotrópica cuyo tráfico proporcionaba grandes ingresos a los extranjeros—principalmente, br= itánicos, pero, también estadounidenses—fue una causa más específica de la guerra, que terminó con el triunfo británico.

 

El tratado de Nankín entre los gobiernos de Pekín y Londres, firmado el 29 de agosto de 1842, puso fin al enfrentamiento, dispuso el pago de una indemnización al Reino Unido, le cedió la isla de Hong Kong (la cual perman= eció bajo control británico hasta 1997) y abrió cuatro puertos más al comercio extranjero, entre ellos, Shanghai, que sucesivamente se convertiría en uno = de los grandes centros mercantiles del mundo.

 

Mediante el tratado suplementario firmado un año más tarde—el 8 de octubre de 1843—C= hina otorgó al Reino Unido la condición comercial de “nación más favorecida” y concedió a los súbditos de la reina Victoria que residían o estaban de paso= en el celeste imperio el derecho de ser juzgados en tribunales británicos (no chinos).  A tales efectos, el gobie= rno de Londres designó jueces en las cinco ciudades abiertas al comercio exterior.= <= span style=3D'mso-special-character:footnote'>[3]=

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Este evento dio inicio la era de la extraterritorialidad, que se extiende a lo l= argo de un siglo en las relaciones entre China y Occidente, pues duró hasta 1943= : un período de debilitamiento chino frente a otras potencias, lesiones a la soberanía imperial y pronunciado decaimiento del país. Efectivamente, la centuria siguiente a la primera guerra del opio estuvo marcada por una grave inestabilidad y un deterioro en las condiciones socioeconómicas del pueblo chino, mientras continuaban las exacciones foráneas. En este contexto, no resultaba descabellado que sectores en China culparan a las potencias extranjeras de los males que aquejaban al país.

 

Tan pronto tuvo noticias de los tratados con el Reino Unido, Estados Unidos aprovechó la circunstancia para obtener concesiones de parte de China.  Washington despachó hacia el oriente a = un “comisionado para China” con rango de embajador extraordinario y ministro plenipotenciar= io, el abogado Caleb Cushing, quien posteriormente sería procurador general de Est= ados Unidos y quien logró con China el tratado de “Paz, Amistad y Comercio” fech= ado en Wanxhia, el 3 de julio de 1844.

 

Mediante dicho acuerdo, Estados Unidos y China establecieron relaciones diplomáticas; China, además, concedió a Estados Unidos la condición de “nación más favore= cida” en materia comercial; instituyó una tarifa arancelaria fija en los puertos abiertos al comercio; autorizó la adquisición de predios por estadounidense= s en dichos puertos, para el establecimiento de hospitales y templos religiosos; permitió a los estadounidenses aprender el idioma chino; y concedió a los ciudadanos de Estados Unidos el derecho de extraterritorialidad.  En consecuencia, al igual que el Reino = Unido, Estados Unidos creó en las cinco ciudades chinas tribunales para sus natura= les.<= span style=3D'mso-special-character:footnote'>[4]=

 

El tratado de Wanxia abarca los intereses estadounidenses en China en la prime= ra mitad del siglo XIX.  Aunque los intereses eran, principalmente, mercantiles, las pretensiones imperialistas eran evidentes. Estados Unidos, que ya se vislumbraba como potencia emergen= te, aspiraba a incursionar en China a la par de las potencias europeas.  Además, expresaba un interés cultural, religioso y humanitario por China y su pueblo, a partir de la creencia en el destino manifiesto y en la superioridad de los valores estadounidenses fren= te al tradicionalismo y el “atraso” chino.

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La presencia económica, cultural, religiosa y humanitaria de Estados Unidos se= ría bien recibida en algunos sectores, los cuales hicieron suyos los principios republicanos y liberales que forman parte del discurso estadounidense. Otro= s sectores resentirían profundamente lo que conceptuaban como una intolerable intromis= ión en los asuntos chinos.  A sus ojos,= Estados Unidos formaba parte de la categoría de países que asediaban al celeste imp= erio, a la par del Reino Unido, Francia, Dinamarca, Holanda, España, Austria, Rus= ia y, eventualmente, Alemania, Italia y Japón.  Todos estos Estados participaron en la rebatiña china, lesionando profundamente la dignidad de la antigua nación y contribuyendo a minar el prestigio de la dinastía Manchú, reinante desde 1644.

 

Las convulsiones chinas continuaron en años siguientes, proveyendo a las potenc= ias extranjeras oportunidades para inmiscuirse más y obtener ventajas.  A mediados del siglo XIX, una revuelta = campesina—la rebelión Taiping (1850-1864)—desestabilizó grandes secciones del territorio chino. En medio de esta insurrección, la segunda guerra del opio (1856-1860) enfrentó nuevamente a China y al Reino Unido, esta vez en alianza con Franc= ia.  Además de obtener nuevas concesiones—en= tre ellas, la legalización del comercio del opio, cuya adicción se propagó masi= vamente en China—las potencias extranjeras participaron en la supresión de la rebel= ión Taiping.  El Reino Unido, Francia, = Rusia y Estados Unidos firmaron con China nuevos tratados, que permitieron el lib= re tránsito de extranjeros en el territorio chino; autorizaron el comercio y patrullaje de naves extranjeras en el río Yangtze; abrieron más puertos al = tráfico mercantil con otras naciones; y ampliaron la extraterritorialidad.

 

En los años siguientes, la política exterior de Estados Unidos siguió promovie= ndo el comercio. El clíper, un barco velero de gran rapidez desarrollado en Inglaterra, hizo su aparición en la flota mercante estadounidense, permitie= ndo mayor eficiencia en el comercio chino-estadounidense.  Hacia finales del siglo XIX, uno de los motivos que impulsó el deseo de abrir un canal por el istmo centroamericano fue, precisamente, el interés de acortar la ruta desde el litoral atlántico estadounidense hasta China.  Las inversiones estadounidenses en China aumentaron, lo mismo que su presencia = en los puertos autorizados, de los que había ya casi noventa en los albores del siglo XX.  En Shanghai, estadounide= nses y británicos controlaban la Concesión Internacional, cuyos imponentes edifici= os, que todavía se aprecian en el malecón del Bund, frente al río Huangpu y otr= as partes de la ciudad, son testimonio tanto de un estilo arquitectónico sui generis, que combina rasgos autóctonos con elementos foráneos, como de la f= uerte intromisión extranjera en China a finales del siglo XIX y principios del si= glo XX.

 

Mientras incursionaba en China a la par de las potencias europeas, Estados Unidos imponía restricciones migratorias a los naturales del celeste imperio. Los primeros inmigrantes chinos llegaron a Estados Unidos atraídos por la fiebre del oro en California, que comenzó en 1848.  La migración china contribuyó pronunciadamente a la fuerza laboral q= ue construyó el ferrocarril transcontinental entre la costa este de Estados Un= idos y California, completado en 1869.  = Pero en la década siguiente, una escasez de trabajo resultante de la depresión e= conómica intensificó el sentimiento contra los migrantes asiáticos. En 1882, el cong= reso aprobó la ley de exclusión china, que prohibió la migración de chinos a Est= ados Unidos, vigente hasta 1943.[5]=

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Esta ley sirvió de modelo a otros países, incluyendo a Panamá, cuya Ley N°6 de 1904—aprobada pocos meses después de la fundación del Estado panameño—prohi= bió “la inmigración de los chinos, turcos y sirios al territorio de la República”, tomando como ejemplo, entre otros, el de California, cuyas clases trabajado= ras “han gemido y gimen” bajo la “presión” de la migración china, según la exposición de motivos de dicha ley.[6]=

 

En tanto cerraba la puerta a los chinos en Estados Unidos, Washington proponía= en China una política de “puertas abiertas”: igualdad de condiciones para todas las potencias que aspiraban a un pedazo del pastel.  Los gobiernos estadounidenses se oponía= n, en consecuencia, a que una potencia tuviese más privilegios que otras, lo cual, según algunos estudiosos, de alguna manera constituyó un freno para que alg= una de las grandes potencias se hiciese dominante en China.

 

En 1900, un contingente armado estadounidense formó parte de la fuerza multinacional, compuesta por tropas japonesas, rusas, británicas, francesas, austríacas e italianas, que suprimió la rebelión bóxer, otra revuelta campesina, en esta ocasión profundamente anti extranjera.  El desprestigio que esta derrota inflig= ió a la casa imperial facilitó, en 1911, la revuelta que depuso al emperador (Pu= Yi, un menor de cinco años) y condujo a la creación de la República de China en 1912, bajo la inspiración de Sun Yat Sen y otros demócratas chinos.  La caída del gobierno imperial abrió las puertas a aún más inestabilidad.  P= or una parte, la llamada “era de los señores de la guerra”, entre 1916 y 1928, sub= dividió a China en numerosas secciones controladas por cabecillas seccionales.  Por otra, la guerra civil, entre el Par= tido Nacionalista (Kuomingtang), liderado por Chiang Kai-shek y el Partido Comun= ista Chino, encabezado por Mao Tse-Tung, desangró al país entre 1927 y 1949.

 

En medio de este caos, las incursiones japonesas de 1931 y 1937 cercenaron el territorio chino y ocasionaron una destrucción sin precedentes.  Precisamente, uno de los capítulos más violentos de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar en China, cuya población sufrió despiadadamente los estragos del imperialismo japonés. Este es un an= tecedente importante, que no podemos olvidar, de las suspicacias que aún persisten en= las relaciones entre China y Japón.

 

En estos años de intranquilidad, Estados Unidos promovió sus objetivos como pu= do, teniendo siempre en cuenta los intereses de comerciantes e inversionistas.<= span style=3D'mso-spacerun:yes'>  En la ruta hacia la Segunda Guerra Mund= ial, Washington advirtió la importancia de forjar alianzas con el mayor número posible de Estados, para hacer frente a la amenaza nazifascista e imperialista procede= nte de las potencias del Eje.

 

Esta necesidad se hizo más evidente tras el ingreso de Estados Unidos en la contienda, a partir de diciembre de 1941.  Aun cuando China estaba dividida por la guerra civil y gran parte de= su territorio se encontraba bajo ocupación japonesa, la administración del presidente Franklin Delano Roosevelt identificó en el gigante asiático un aliado estratégico en el esfuerzo bélico, así como un país de enorme potenc= ial hacia el futuro.

 

En aras de un fortalecimiento de los nexos entre ambos gobiernos, en el marco = de la Segunda Guerra Mundial, mediante el tratado de 1943 Estados Unidos puso = fin a la extraterritorialidad de sus ciudadanos en China (el Reino Unido hizo lo mismo mediante un tratado aparte, suscrito en la misma fecha).<= span style=3D'mso-special-character:footnote'>[7]  Así concluyó una segunda etapa en las relaciones chino-estadounidenses, en la que Estados Unidos concurrió, junto= con otras potencias, al deterioro de la posición china y el menoscabo de su soberanía.

 

Concluida la Segunda Guerra Mundial, un nuevo sistema internacional, forjado en Washington, le tenía reservada a China una posición entre las cinco grandes potencias. Un puesto en el Consejo de Seguridad de la recién creada Organización de las Naciones Unidas fue asignado a la República de China, la entidad fundada en 1912, con la que se identificaban Washington y los Estad= os que coincidían con su política.

 

Sin embargo, esa república, liderada por el generalísimo Chiang Kai-shek, estaba bajo asedio por un grupo cada vez más grande de revolucionarios marxistas, encabezados por Mao Tse-tung.  Hacia finales de la década, Estados Unidos llegó a discernir que el cascarón nacionalista no resistiría el asedio de los marxistas, quienes eventualment= e se apoderarían de la China continental.  Otro país pasaría a aumentar las filas del comunismo internacional. El pánico cu= ndió en Washington.

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La revolución maoísta (1949-1979)

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Setenta años atrás—el 1 de octubre de 1949—tras propinarle la estocada final a las fuerzas nacionalistas, Mao Tse-tung proclamó el nacimiento de la República Popular China, con dominio efectivo sobre toda el área continental. Los nacionalistas huyeron a la isla de Formosa (Taiwán), recientemente evacuada= por los japoneses, donde establecieron el gobierno de la República de China. Washington optó por desconocer el régimen de Mao, reconociendo como legítimo representante del pueblo chino al régimen autoritario de Chiang Kai-shek en Taiwán.

 

El triunfo de los revolucionarios puso fin a la guerra civil en China, pero no= así a las vicisitudes del pueblo chino. Mao promovió una transformación radical= del país por la senda del totalitarismo comunista, inicialmente en comunión con= la Unión Soviética.  Posteriormente, s= in embargo, las relaciones entre ambos gigantes comunistas se deteriorarían ha= sta la ruptura a mediados de los años sesenta y una confrontación fronteriza en 1969.

 

La implementación de la versión del marxismo propulsada por Mao causó grandes sufrimientos. Entre 1959 y 1962, una terrible hambruna, producto de malas decisiones económicas y políticas desastrosas, causó la muerte de hasta 45 millones de chinos.[8] Entre 1966 y 1976= , la llamada “revolución cultural” acentuó el totalitarismo en su intento de imponer absoluta unidad de pensamiento y actitudes a lo largo y ancho del país, de conformidad con los planteamientos de Mao.  Las estimaciones del número de muertos varían, pero se calcula que al menos unas 500 mil y hasta dos millones de personas pudieron perecer como resultado de la persecución política. Los despojos y las pérdidas económica= s y culturales fueron incalculables.[9]=

 

En los años iniciales de la revolución china, los contactos entre Pekín y Washington se redujeron significativamente. Washington rehusaba reconocer a= la República Popular China e insistió en que el asiento de China, tanto en la Asamblea General como en el Consejo de Seguridad de la ONU. correspondía a Taiwán, como auténtico representante del pueblo chino. Esta insistencia cau= só el un boicot de la organización por parte de la Unión Soviética.=

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En consecuencia, cuando en 1950 Corea del Norte, con el apoyo de China continental, invadió a Corea del Sur, el Consejo de Seguridad—compuesto por Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y la República de China en Taiwán—a= probó por unanimidad la implementación de un operativo militar de las Naciones Un= idas para expulsar a los norcoreanos. La Unión Soviética, el quinto miembro del Consejo de Seguridad, no participó en la decisión.=

 

China y Corea del Norte se enfrentaron a las Naciones Unidas, encabezadas por Est= ados Unidos. Tras alcanzar su objetivo de empujar a las fuerzas invasoras detrás= de la frontera, la guerra de Corea entró en un atolladero.  En 1953 cesaron las hostilidades, sin f= irma de un tratado de paz, que sigue pendiente.

 

En la guerra de Viet Nam (1955-1975), que enfrentó al norte comunista con el s= ur alineado a Washington, China volvió a encontrarse en el bando contrario a Estados Unidos.  Pekín apoyó a Hano= i en esta confrontación, manteniendo a lo largo del período una activa política exterior, en apoyo al liberacionismo, la descolonización y las guerrillas izquierdistas en muchas partes, muy a pesar de su precaria situación económ= ica.  A raíz de los sucesos del 9 de enero de= 1964 en Panamá, por ejemplo, el gobierno y el Partido Comunista Chino emitieron duros pronunciamientos y organizaron manifestaciones en contra del imperial= ismo estadounidense.  El propio Mao no desaprovechó la oportunidad para

 

declarar el firme apoyo del pueblo c= hino a la patriótica y justa lucha del pueblo de Panamá contra la agresión imperialista estadounidense y urgir a los pueblos del mundo, a todos los pa= íses sujetos a la agresión, el control, la intromisión o el acoso de Estados Uni= dos, a unirse y formar el frente unido más amplio posible para oponerse a las políticas imperialistas estadounidenses de agresión y guerra, así como a salvaguardar la paz mundial. [10]=

 

La precariedad económica tampoco impidió que China desarrollara su potencial nuclear.  Sus primeras pruebas de a= rmas nucleares tuvieron lugar en 1964 y, en 1967, China probó, por primera vez, = su bomba de hidrógeno.

 

En vista de estos antagonismos con el occidente liderado por Estados Unidos, e= l relajamiento de tensiones entre ambos Estados sorprendió al mundo entero. Efectivamente,= en la búsqueda de un equilibrio de poder para neutralizar a la Unión Soviética= , en 1971 Estados Unidos inició contactos con la República Popular China.

 

El 25 de octubre de 1971, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución N°2758, que reconoció a la República Popular China como único y legítimo representante del pueblo chino, expulsando, en el acto, a Taiwán.<= span style=3D'mso-spacerun:yes'>  En esos momentos se iniciaron conversac= iones para normalizar las relaciones entre Pekín y Washington.  El presidente Nixon realizó una históri= ca visita a China en 1972, al término de la cual se emitió el Comunicado de Shanghai, en el que ambos países se comprometieron a trabajar para lograr la plena normalización de l= as relaciones diplomáticas. En consecuencia, se establecieron “oficinas de enl= ace” en Washington y Pekín.

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El acercamiento con Estados Unidos benefició a China Popular y afianzó su segu= ridad en la etapa final de la Guerra Fría (1947-1991).  Estados Unidos, sin embargo, vio menos beneficios de los que esperaban, en la medida en que China continuó su resp= aldo a Corea del Norte y Viet Nam del Norte.

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Los intercambios económicos, motor principal en etapas previas de las relacione= s chino-estadounidenses, demoraron en crecer.  Sin embargo, = el cronograma hacia el establecimiento de nexos diplomáticos continuó avanzando con la vi= sita del presidente Gerald Ford a China en 1975.  En las postrimerías de la década, se acordó su formalización.

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La= normalización de las relaciones diplomáticas (1979-a la fecha)

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Cuatro décadas atrás, tras romper con la República de China en Taiwán, a la que ha= bía reconocido como representante del pueblo chino durante treinta años, Washington y Pekín reanudaron sus relaciones diplomáticas, interrumpidas tras la victoria comunista en la guerra civil (1949).  En el comunicado conjunto emitido el 15 de diciembre de 1978, Estados Unidos reconoció al gobierno de Pekín como “el único gobierno legal de China”, anu= nció el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países a partir d= el 1 de enero de 1979, informó que el pueblo estadounidense mantendría relaciones culturales, comerciales y de otro tipo, no oficiales, con el pueblo de Taiw= án, y reconoció la posición de Pekín sobre la existencia de una sola China, de = la cual forma parte Taiwán.  Al mismo tiempo, en esa misma fecha entró en vigencia la Ley de Relaciones con Taiwá= n, aprobada por el congreso estadounidense, de acuerdo con la cual Estados Uni= dos se compromete a proveer al gobierno de Taipei los artículos y servicios que requiera a fin de asegurar su propia defensa.[11]

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En los cuarenta años transcurridos desde la normalización diplomática, una situaci= ón de interdependencia compleja se ha generado entre ambos Estados.  La reforma del sistema económico chino,= a partir de 1979, impulsó la producción y el crecimiento a niveles insospecha= dos, fomentando un crecimiento exponencial en el comercio entre ambos países.  Una vez más, como en los inicios de la relación a finales del siglo XVIII, la producción china es apetecida en Est= ados Unidos, aunque los artículos codiciados no son, en su mayoría, bienes de lu= jo. Como en los primeros sesenta años de la relación (1784-1844), el comercio con Ch= ina ha enriquecido a transportadores, importadores y mayoristas estadounidenses= ; en lo que atañe a Panamá, este comercio fue el factor principal detrás del int= erés estadounidense (y chino) por la ampliación del canal, para que permitiera el paso de buques de mayores proporciones, repletos de carga para la costa este estadounidense.[12]

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A pes= ar de eventos como la masacre de Tiananmen (1989), que confirmó al mundo la vigen= cia del autoritarismo en China y la represión en Tíbet y Xinjiang, las relacion= es entre Estados Unidos y China generalmente se mantuvieron en buenos términos= .  En Estados Unidos, sin embargo, algunas= voces fuera del gobierno, en el congreso y la sociedad civil, denunciaban el autoritarismo chino, las pretensiones hegemónicas de su gobierno y su competencia desleal, incluyendo el dumping, la manipulación monetaria y la piratería tecnológica.  Estas denun= cias han ido acrecentándose en años recientes, particularmente en el marco de un afianzamiento de la posición internacional de China y el percibido descenso= en la de Estados Unidos.

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Event= os como los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que enfocaron descomedidamente la atención de Washington en el Medio Oriente, y la crisis financiera de 2007-2008, que mermó la economía estadounidense, proveyeron a China la oportunidad de aumentar su presencia no solo en los países de su vecindario, como ha sido el caso desde la época imperial, sino en lugares bastante lejanos, incluyendo a África y América, dentro de la propia esfera= de influencia de Estados Unidos.  Su iniciativa de la franja y la ruta para mejorar la interconexión mundial, pu= esta en vigencia en 2013, es vista en muchos rincones como un intento muy aserti= vo por aumentar la influencia internacional de China.

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En la década de 2010, estos eventos—en particular, el enorme déficit comercial, q= ue alcanzó los 336 mil millones de dólares en 2017—ocasionaron una revisión de= las actitudes oficiales hacia China.  P= articularmente, desde la entrada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, una creencia en que la apertura económica conduciría a la liberalización políti= ca y la eventual democratización de China ha sido reemplazada por un sentimiento= de resignación, de que el autoritarismo está consolidado en el país y no habrá tránsito a la democracia; de que el gobierno de Pekín no “juega limpio”, se= gún las normas de convivencia del sistema internacional; y que la política económica, comercial y tecnológica de China constituye una amenaza para Est= ados Unidos y el mundo occidental.

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En ot= ras palabras, las relaciones entre ambos Estados están en su punto más difícil desde la normalización de relaciones en 1979.  Es esto lo que plantea la más reciente Estrategia de Seguridad de Estados Unidos, que señala, textualmente, que China (y Rusia) desafían el poderío, la influencia y los intereses estadounidenses, intentando con ello erosionar la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos.  Añade la Estrategia que China (y Rusia)= están decididas a promover economías menos libres y justas, a aumentar sus fuerzas militares, a controlar información y datos para reprimir a sus sociedades y= , en general, a ampliar su influencia.[13]

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La gu= erra arancelaria iniciada en 2018 por el gobierno estadounidense responde a estos temores.  Esta política podría ser = el primer paso en el escalamiento de tensiones entre ambas potencias, que se suscitaría como resultado de la denominada “trampa de Tucídides”, como nos = lo recuerda el renombrado académico de la Universidad de Harvard, el profesor Graham Allison.[14]  En su Historia de la guerra del Pelo= poneso, Tucídides, cronista y militar ateniense, atribuyó el comienzo de la guerra a los temores que suscitó en Esparta el ascenso en el poderío de Atenas.  La ausencia de valores compartidos, en presencia de un antagonismo ideológico y profundas diferencias culturales, dificultan las posibilidades de un avenimiento entre Washington y Pekín.

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Lo ci= erto es que, como hemos visto en esta somera aproximación a las relaciones entre ambos países, ningún momento anterior de su historia se ha visto una competencia por la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos.  En la etapa inicial de esa historia (1784-1844), el desinterés chino, en momentos en que Estados Unidos iniciab= a su vida independiente y, por ende, carecía de preponderancia en el sistema internacional, circunscribieron la relación a una de intercambios comercial= es productivos.

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En la= segunda etapa (1844-1949), el debilitamiento de China y el fortalecimiento de Estad= os Unidos trajeron como consecuencia una relación asimétrica, con menoscabo pa= ra el celeste imperio.  En la tercera = etapa (1949-1979), profundas diferencias ideológicas y políticas redujeron los contactos entre ambos Estados a su mínima expresión.  En esta cuarta etapa (1979-) una compet= encia por la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos podría producir desen= laces inéditos en la historia de las relaciones entre ambos países.

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Agradecimientos

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Agradezco la invitación transmitida por el profesor Gustavo Mont= úfar para participar en este evento, que me permite compartir con tan selecto auditorio una aproximación muy somera a la historia de las relaciones entre Estados Unidos y China, tema de gran amplitud, interés y relevancia a la actualidad.

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[1] “Can= ton system,” Encyclopaedia Britannica, https= ://www.britannica.com/event/Canton-system. Acceso: 18 de octubre de 2019.

[2] Nancy Shoemaker, “Extraterritorial United States to 1860,” = Diplomatic History 42:1 (January 2018): 36-54 (pág. 40).<= /p>

[3] “Treaty of Nanjing”, Ency= clopaedia Britannica, en https://www.britannica.com/ev= ent/Treaty-of-Nanjing, acceso: 14 de enero de 2020= .

[4] U.S. State Department, Office of the Historian, “The Opening to China Part I: the First Opium War, the United States, and the Treaty of Wangxia, 1839–1844”, en https= ://history.state.gov/milestones/1830-1860/china-1, acceso: 14 de enero de 2020.

[5] “Chinese Immigration,” PBS History Detectives, <= /span>https://www.pbs.org/opb/historydetectives/feature/chinese-immigrati= on/. Acceso: 18 de oc= tubre de 2019.

[6] Juan A. Tejada Mora, “Tratam= iento de ‘las razas de inmigración prohibida’ en Panamá”, Revista Cultural Lotería 507 (marzo/= abril de 2013), págs. 25-35.

[7] Quincy Wright, “The End of Extraterritoriality in China”, T= he American Journal of International Law 37:2 (abril de 1943): 286-289.

[8] Tania Branigan, “China’s Gre= at Famine: The True Story”, The Guardian, 1 de enero de 2013, en https://www.theguardian.com/w= orld/2013/jan/01/china-great-famine-book-tombstone, acceso: 14 de enero de 2020= .

[9] Tom Phillips, “The Cultural Revolution: All You Need to Know a= bout China’s Political Convulsion”, The Guardian, 11 de mayo de 2016, en = https://www.theguardian.com/world/2016/may/11/the-cultural-revoluti= on-50-years-on-all-you-need-to-know-about-chinas-political-convulsion, acceso: 14 de enero de 2020.

[10] “Pan= ama Sí, Yanquis No!” y “All the World’s Forces Opposing U.S. Imperialism, Unite= !,” Peking Review, 24 de enero de 1964, en https://www.marxists.org/subject/china/peking-review/1964/PR1964-04= .pdf. Acceso:18 de octubre de 2= 019.  Traducción del autor.=

[11] U.S. Congress, “Taiwan Relations Act, Public Law 96-8 (96= th Congress)”, https://www.ait.org.tw/our-relationship/policy-history/key-u-s-fore= ign-policy-documents-region/taiwan-relations-act/, acceso: 14 de enero de 2020.

[12] Carl= os Guevara Mann, “National Security or Special Interests? US Support for the Panama Canal Expansion Programme”, Global Society 25:2 (abril de 201= 1): 181-204.

[13] Office of the President of the United States, “National Securi= ty Strategy of the United States of America,” December 2017, en https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-= 18-2017-0905.pdf, pág. 2.  Traducción del autor. Acce= so: 18 de octubre de 2019.

[14] “Thucydides's Trap,” Harvard Kennedy School Belfer Center for Science and International Affairs, https://www.belfercenter.org/thucydides-trap/overview-thucydides-tr= ap, acceso: 14 de enero de 2020.

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Invest. Pens. Crit. (ISSN 1812-3864; eISSN 2644-4119)

Vol. 8, No. 1, Enero - Abril 2020  

pp. 93 - 102

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